
Apresuraba el paso porque llegaba muy justa a la rehabilitación. Delante de mí iban tres niños chinos, uno más mayor de unos ocho años en el medio, y en cada mano dos más pequeños, un niño y una niña de entre tres y cuatro. Van hablando en chino. El pequeñito, que lleva una magdalena en la mano, tiene los pantalones medio caídos y termina tumbado en el suelo, llorando. Su hermano intenta levantarlo pero no puede con él. Me acerco institivamente, sonrío, elevo al chiquitín mientras su hermano le sube los pantalones. Le doy unas palmaditas en el pompis y le digo cariñosamente: "claro, así, que no puedes ir con el culete el aire" :) El mayorcito susurra: "gracias". Les vuelvo a sonreir y acelero el paso, mientras les digo adiós con la mano. De repente, miro hacia la derecha, y veo que el pequeñajo iba paralelo a mí, se había adelantado a sus hermanos y corría a mi lado mirándome con una gran sonrisa, enseñando sus perfectos dientes de leche, mientras la magdalena permanecía intacta en la mano. Me quedo mirándole: "ay, que tengo mucha prisa, bueno venga". Esperamos a que lleguen sus hermanos que iban un poco más atrás. La niña lleva un enorme papel con un rey mago dibujado; dentro del cuerpo de la figura, la profesora ha escrito un texto de buenos deseos para que pidan lo que quieran. Lo leo en alto y les digo: "qué bonito, esto está genial, así los reyes os traerán muchas cosas". Devuelvo el papel sin parar de sonreirles. Le pregunto al niño mayor quién es más grande de los pequeñajos, y responde algo que no escucho bien, pero que no resulta coherente con lo que pregunto. En ese momento me doy cuenta de que no entienden bien español. No importa, seguimos con las sonrisas. Sólo llevaba un caramelo, y se lo doy al chiquitín, diciéndole a los otros que me perdonaran, pero que no tenía más, que otro día traía y les daba a todos, mientras les hacía una caricia a cada uno en la cabeza. Les digo adiós de nuevo con gestos, responden al saludo, muchas sonrisas, acelero. Me doy la vuelta cada poco, agitando la mano, se despiden con una gran sonrisa continuamente. Cruzo la calle, y desde el otro extremo, echo una ligera mirada, pensando que van a su bola y ya no están pendientes de mí. La preciosa niña me seguía con la vista. Volví a apresurarme.
Ya no se ven niños que regresan solos del colegio, parecían los de nuestra generación en los años 70, cuando el hermano mayor se encargaba de los pequeños, llevándolos y trayéndolos. Hoy en día todos los menores van con algún adulto, en este caso parecía que el trayecto del cole a la tienda de todo a un euro era corto, pero se puede complicar de la manera más tonta. No quiero imaginar lo que podría sucederles si topan con alguien malintencionado :(
Y lo que más me alucina, es la importancia del lenguaje no verbal: el cálido tono de la voz, el tacto, el contacto suave, las sonrisas, las miradas, los gestos...Nos enseñan la palabra como máximo exponente de la comunicación, y relegamos a un segundo plano otras formas igualmente válidas, que en ocasiones resultan más eficaces.