Estreno botas nuevas, después del desastre de la vez anterior
Comenzamos la ruta en Valderromán, entre encinas y sabinas. Esta encina tiene más de 800 años, y un perímetro de 5,19 metros; dos personas abrazando el tronco apenas llegaban a tocarse con las manos
El camino discurría por un terreno de aspecto prehistórico y pedregoso. Esto es un majano, piedras que se encuentran los agricultores al arar la tierra, y que van amontonando fuera. Es un escondrijo estupendo para conejos, roedores, buhos y demás bichejos
El castillo de Caracena, una majestuosa fortaleza derruida que debió tener su importancia en la época medieval
El impresionante cañón de Caracena, al lado del castillo. Se cuenta que el nombre de Caracena proviene de la época de Almanzor, cuando un caudillo árabe que acampaba por estas tierras, al ser sorprendido por los cristianos en plena cena, exclamó: "¡Cara cena nos costó!"
Iglesia románica de San Pedro, en Caracena, del siglo XII
No podía faltar en mis reportajes fotográficos, el perrito del día, uno precioso que había a la puerta de una de las casas del pueblo, con una mirada llena de bondad, que se dejó acariciar como si le conociera de toda la vida
Y en la misma casa, pero en la ventana, un gatito adorable que también se dejó acariciar mimoso y no paraba de jugar tumbado patas arriba
A la salida del pueblo, el puente de los Cantos. A partir de aquí ya vamos caminando siguiendo el curso del río Caracena
Momento de muñonería total: la gente agobiándose para cruzar el río, que era muy estrecho y tenía piedras donde apoyar los pies. La verdad que soy un poco malévola, estaba deseando ver cómo se caía alguien :P
El agua cristalina del río ¡qué relax!
A medida que avanzamos al lado del río, van apareciendo estos enormes cortados. Eché de menos no ver buitres
Finalizamos la ruta en Tiermes, donde visitamos el yacimiento arqueológico celtibérico y romano. Los más atrevidos se metieron linterna en mano por lo que fue parte del acueducto, yo me limité a dar la vuelta y mirar las paredes excavadas, de color rosáceo, que en palabras de algunos compañeros, se parecían bastante a las de Petra