Cuando era niña, habitualmente cada semana pasaba el afilador empujando a pie su bici, gritando de vez en cuando "el afilaaaaadorrrrr" y tocando el silbato de plástico (chiflo de afilador, flauta de pan), produciendo un sonido de sobra conocido (do-re-mi-fa-sol-la-si-dooooo-do-si-la-sol-fa-mi-re-do) que avisaba de su presencia, momento en que las madres bajaban sus cuchillos y tijeras a la calle para que el hombre lo dejara todo a punto.
Me sorprendió el otro día cuando vi a este afilador parado delante de un portal haciendo su tarea, un oficio casi perdido actualmente en la ciudad.
Silbato de afilador
Afilador de Tarazona
hace poco vi también yo uno y me sorprendió que todavía existiera.
ResponderEliminarMe alegró ver que algunas cosas no se pierden
Si, no dejan dormir a nadie.
ResponderEliminarAprovecho para invitarte a participar en un concursete literario de relatos cortos y cortisimos