Hace unas semanas me quedé con un familiar en el hospital. La habitación era individual, muy cómoda, amplia y con un estupendo baño. Durante la tarde, al limpiar la cuña, lo hacía de forma manual, enjuagando con agua, después lavando bien con jabón y secándola, pero siempre me quedaba mirando al cuadrado plateado que había incustrado en la pared, donde ponía "Uso exclusivo para lavado de cuñas".
La cuestión es que estaba intrigada sobre cómo funcionaría aquello, pero por rapidez, seguridad y atender a la paciente, prefería hacerlo a mi manera, hasta que no se me ocurrió otra cosa que a la 1 de la madrugada, experimentar. Tiré el contenido al retrete y abrí el cuadrado plateado. Vi como había un hueco donde la cuña encajaba a la perfección; allí la puse, como si la posara sobre una mesa, y apreté el botón que parecía de agua fría, pensando que el agua caería hacia abajo. Cuál fue mi sorpresa, cuando un chorro enorme y a una presión grandísima me endiñó en la cara y el tórax, empapándome y mojando todo el suelo. Por unos segundos me entró el susto, y lo único que se me ocurría era darle otra vez al botón pensando que el agua cesaría, pero no, seguía saliendo a toda pastilla, menos mal que de forma instintiva, cerré la portezuela. Aún así seguí bastante rato sorprendida, porque tardaba mucho en parar el agua, creía que aquello no se terminaba nunca y que algo había hecho mal, pero a ver cómo avisaba a una enfermera, con el suelo encharcado y pensando que si quitaba la mano que apretaba la tapa hacia la pared, podría ocurrir otro desastre.
Afortunadamente, después de unos minutos, paró el sonido del agua. Abrí la puerta y ¡oh, cielos! la cuña estaba requetelimpia, parecía que había sido pasada por un lavado-centrifugado especial de la NASA.
Vaya momento para acabar empapada. Tuve que coger una toalla para secar el suelo, de las paredes ya pasé, y yo me tuve que cambiar de ropa, y como no había traído de repuesto, pillar prestada de los enseres de la enferma.
Cualquiera podría pensar que era lógico, que sería como un lavavajillas o una lavadora, donde hay que cerrar la puertecita, pero no siempre las cosas son obvias a la primera, o al menos no a esas horas nocturnas. La cuestión es que esta vez, la curiosidad mató al gato, y me sentí como la protagonista de aquél primer gag de la historia del cine, "El regador regado" de los hermanos Lumière (1895), donde un chiquillo tapa con el pie durante unos segundos la goma de un jardinero, éste la mira asombrado sin saber por qué se ha cortado el suministro de agua, el bromista levanta el pie en ese momento y el jardinero se empapa la cara.
Muy bueno...jeje
ResponderEliminarPor cierto, sales muy guapa en la foto.
;-)
Salu2
Jajaja sí, lo que se me vé de los brazos ;-) Saludos
ResponderEliminarJajaja pobrecilla mía.
ResponderEliminarLa verdad es que jamás hubiera imaginado de la existencia de tal artilugio. Hay que ver que modernidades.
Por cierto, espero que la enferma esté mucho mejor.
Un saludo.
Jajaja Perséfone, es que hay que hacer un master para esto de los hospitales :-)
ResponderEliminarGracias, la paciente evoluciona favorablemente.
Saludos.
Bueno ya sabes como funciona, lo que es menester, que no tengas que usarlo más, será buena señal.
ResponderEliminarBesos
Espero no tener que usarlo más, Angela :)
ResponderEliminarBesos
Podía haber sido peor, imagina que intentas lavar ahí a la cuñáa! :D
ResponderEliminarCurioso el autoretrato parcial en el metal.
Jajajajaja cuñaoooooo!!!!! XDDDD
ResponderEliminarEra la única forma de hacer la foto y que se me viese lo menos posible :))
Por desgracia yo he tenido que utilizar muchas veces el artilugio, pero nunca me mojé... afortunadamente.
ResponderEliminarEn fin, de todo se aprende y ojalá no tengas que utilizarlo mas.
Chary, imagino que has tenido que atender a familiares en el hospital, es una tarea muy triste, así que espero también que nunca más tengamos que utilizar el artilugio, ni tú ni yo. Gracias por pasarte.
ResponderEliminarBesos.
¡Qué casualidad!.La misma escena que vivió hace unos años mi marido. Curioso por naturaleza, un día que fue a visitar a su madrina al hospital se encontró en el baño con el artilugio que tu citas. Entró seco y salió con el pelo,la cara y parte de su ropa chorreando.Fue la primera risa de Rosa después de una temporada muy malita.Saludos.
ResponderEliminarjajaja Berta, creía que era la única a la que le había sucedido. Al menos lo de tu marido sirvió para arrancar una sonrisa a la convaleciente :)
ResponderEliminarSaludos.
Jajaja que graciosa... Me hubiera encantado verte Jajaha y es verdad en la foto sales genial!!!! muackkkkk
ResponderEliminarMimil, no estaba muy presentable después de la "ducha" involuntaria :D
ResponderEliminarPensaba que no se me veía en la foto, me estoy mosqueando jajaja. Besos.
Jajajaja esta anécdota es típica cosa que me pasaría a mi. La diferencia es que yo le habría dado al botón más veces y me habrían echado del hospital. ;)
ResponderEliminarJaja no creo que te echaran, en los hospitales ya deben estar acostumbrados a estas "pardilladas" :)
EliminarSaludos
Este vídeo del regador regado es lo primero que estudiamos del cine cómico. Todavía sigue teniendo gracia, sobre todo para niños; antes eramos más ingenuos. Ahora nos gustan las cosas más elaboradas.
ResponderEliminarMe acordé de este pequeño sketch precisamente por ser de los primeros de la historia del cine, de los hermanos Lumière. Es lógico que el público de 1895 tuviera otra percepción de la realidad y otro sentido del humor, ahora ya estamos un poco de vuelta de todo, pero una sonrisa, es una sonrisa, y creo que al menos a un niño, sí se la arranca :)
EliminarValla tela.mammamia
ResponderEliminarJajaja pues sí, vaya tela marinera :D
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