Este graffiti estaba en una de las paredes de mi barrio, a la altura de la cintura. Su tamaño es como el de la palma de la mano, aunque aquí se vea mucho más grande.
Me gustó porque me recuerda a la candidez de las muñecas que solía pintar en cuanto tenía papel y boli delante: cara bonita con un óvalo perfecto, ojos grandes con largas pestañas, cejas finas, nariz pequeña y labios voluptuosos, un poco parecida a los dibujos manga sin llegar a esa exageración en las facciones.
Ésta no es como el bolero, es una muñequita linda, pero no de cabellos de oro ni de dientes de perlas, pero sí labios de rubí, más rapera o de hip-hop. Aparentemente puede parecer que está hecha a mano, pero dudo que ese nivel de detalle se pueda realizar con sprays, y por el lugar donde estaba, demasiado visible, no creo que se entretuvieran en coger pinceles; más bien parece que han puesto una plantilla como las figuras navideñas de los escaparates, y han rociado con pintura negra.
En cualquier caso, una muestra de que la belleza se puede encontrar por cualquier parte si nos vamos fijando.
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