Era una manualidad sencilla pero entretenida, y daba gusto utilizar "materiales" que estaban en la naturaleza.
Se podía poner en plan corona o también como si fuera una cinta de tenis, hippy o simulando la corona de Cristo, sólo que sin espinas, claro. Quedaba de lo más bonita, aunque sólo duraba ese día, entre el ajetreo y que se va secando, pero siempre recuerdo con cariño ese aprendizaje infantil, y el otro día que estuve en el campo, después de muchos años, lo volví a recuperar.
Juncos en la ribera del Manzanares
Tejiendo la trenza
La corona en la cabeza de mi abuela
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